Michael Haneke
Alemania año cero (Rossellini)
El ángel exterminador (Buñuel)
Al azar de Baltsar (Bresson)
El eclipse (Antonioni)
El espejo (Tarkovsky)
Lancelot du Lac (Bresson)
Psicosis (Hitchcock)
La quimera del oro (Chaplin)
Saló o los 120 días de sodoma (Pasolini)
Una mujer bajo la influencia (Cassavetes)
Lo verdaderamente interesante de esta lista (que Haneke dio cuando la prestigiosa revista Sight & Sound en 2002 quería elaborar la lista de las mejores películas de la historia del cine), o cualquier lista de un director, es como la selección puede dar pistas sobre el universo estético de la persona en cuestión. Lo más destacable de la lista del director austriaco es la inclusión de dos películas de uno de mis grandes debilidades: Robert Bresson. En concreto Al azar de Baltasar (1966) y la menos canónica Lancelot du Lac (1974). Tematicamente resultaría dificil hayar similitudes entre ambos cineastas: mientras Bresson aborda temas espirituales del hombre en entornos (y medio) que no dan posibilidad a la trascendencia, Haneke habla de la ética de la imagen en una sociedad que sigue padeciendo el mal de la incomunicación.
Pero en sus filosofías fílmicas se parecen. Ambos – en la mayoria de sus películas – prefieren el realismo funcional de Kracauer antes que el realismo existencial o ontológico de Bazin. Ambos hacen una hibridación peculiar entre (utilizando conceptos de Peter Wollen) intransitividad narrativa (transgresión a la estructura causa-efecto) y transitividad narrativa (clasicismo) aunque predomina el primero sobre todo si nos damos cuenta que en el retrato de los personajes los dos son profundamente anti-psicológicos. En palabras de Haneke: «Trato de hacer películas anti-psicológicas con personajes que funcionan menos como personajes y más como superficies donde los espectadores puedan proyectar sus sensibilidades; espacios en blanco para obligar al espectador a poner sus propios pensamientos y sentimientos a la película». Los dos son rigurosamente formalistas aunque si en Bresson tiene una finalidad espiritual (no religioso) en Haneke tiene un sentido ético y existencial.
Ambos, sin ser completamente Brechtianos utilizan sus recursos aunque Haneke esta más claramente influenciado por el dramaturgo alemán sobre todo en su utilización de una estética que intenta de-construir nuestras tendencias voyeuristas sin mencionar sus frecuentes eliminaciones de la cuarta pared. En el caso de Bresson la presencia de Brecht es mucho más limitado pero se intuye en su percepción de la puesta en escena como espacio reflexivo más que empático (algo que también comparte Haneke). Pero mientras que los planos de Haneke beben de directores existencialistas como Antonioni o Tarkovsky (por mencionar dos directores cuyas películas están en la lista) que enfatizan el montaje interno por encima del externo, los planos de Bressom (cortos en duración) insisten en la utilización del montaje como uno de los recursos que más distingue el cine del teatro. Esto último no es ninguna trivialidad: el cine de Bresson siempre se contrapone a lo que el llama «teatro filmado» (el modo de representación institucional y primitivo) o la «terrible costumbre del teatro». En sus propias palabras: «Dos tipos de películas: las que emplean los medios del teatro (actores, puesta en escena, etc.) y se sirven de la cámara para reproducir; las que emplean los medios del cinematógrafo y se sirven de la cámara para crear». La presencia del Pasolini de Saló muestra claramente uno de los temas de Haneke: el tratamiento de la violencia como un producto mercantil. La inclusión de Psicosis (1960) refleja otra obsesión: las implicaciones de nuestra papel como voyeur cada vez que visualizamos una película (aunque Hitchcock no es ni existencialista de Brechtiano como Haneke). La presencia de Chaplin quizas simplemente demuestra que hasta Hanake tiene sentido de humor.
Quentin Tarantino
El bueno, el feo y el malo (Leone)
Río Bravo (Hawks)
Taxi Driver (Scorsese)
Luna nueva (Hawks)
El expreso de Corea (Flyn)
Todos rieron (Bogdanovich)
La gran evasión (Sturges)
Carrie (De Palma)………………..a veces suele preferir Impacto (1981), también de De Palma.
Coffy (Hill)
Movida del 76 (Linklater)
De profesión – invencible (Chang)
Casados sin casa (Stone)
Si hay una afinidad estética con Bresson, lo contrario sucede con Tarantino. En su excelente articulo para la revista Senses of Cinema Mattias Frey afirma que Haneke, comenzando con su triologia glaciar (El séptimo continente, 71 fragmentos para una cronología del azar y El video de Benny) y siguiendo con sus obras posteriores se posiciona como «el opuesto de Tarantino, el último modernista» cuyo estilo «desnudo trata la violencia y los medios de comunicación con una distancia no excitante» y «sin las artimañas ilusionistas» del realizador americano. Cuando Spike Lee se quejó que Tarantino se había pasado utilizando la palabra Nigger (negrata) en Jackie Brown (1997), el director de Pulp Fiction (1994) contesto diciendo que por lo menos el no hacia películas aburridas con mensajes sociales. Hasta Samuel L. Jackson salio en su apoyo diciendo que «Jackie Brown es un magnifico homenaje a las películas de Blaxploitation» agregando que «es una buena película y Spike no ha hechos esas (buenas películas) en muchos años». Todo esto se resume en una cuestión de enfoques: si para Tarantino el cine es ante todo una experiencia estética y sensorial, para Haneke el cine tiene ante el mundo una obligación moral y ético y no de consumo. La formación cinéfila de Tarantino procede de los Grindhouse (cines que proyectan películas exploitation que aquí es representada en Coffy (1973), una cinta de Blaxploitation con un Pam Grier que será la protagonista de Jackie Brown), las revistas pulp, el cine de serie B (no sólo las americanas), el cine negro de la época clásica, los thrillers de los 70, el spaghetti western, las propuestas formales del Nouvelle Vague (sobre todo el Godard de los sesenta) y, en general, el espíritu liberal de los años 70 en los Estados Unidos. Esta base se complementa con la tradición de storytellers (cine de narración pura que sigue la tradición aristotélica que ha sido el rasgo más distintivo de Hollywood a lo largo de su historia) que según el empieza ser «un arte perdido» en el cine americano. No en vano, en su lista coloca dos películas (Río Bravo y Luna Nueva) del hombre que considera el mejor narrador de la historia del séptimo arte: Howard Hawks.
Lo que verdaderamente le interesa a Tarantino no son el fondo de estas influencias sino las actitudes que desprenden (las miradas de los personajes en el spaghetti western, la irreverencia de las películas exploitation, la jovialidad del primer lenguaje nouvelle vaguista etc.). Lo que la mayoría recordamos de sus películas son los momentos que generalmente otras obras tachan como triviales: son pocas películas donde, por ejemplo, ves una conversación de varios minutos sobre como llaman la hamburguesa en Francia (Pulp Fiction) o la propina apropiada para una camarera etc. No es que no le interese las historias sino que quiere que cada momento sea intenso y emocionante. Lo importante para el es cada momento del viaje (la trama) y no el destino (la resolución) de allí la necesidad de hacer películas que desprenden actitud más que historias. La influencia de un director como Howard Hawks más que proporcionar estructuras de narración le da pautas de ritmo, de montaje.
Es ilustrativo el ejemplo de Godard. Una de las grandes falacias es que Tarantino, por haber puesto el nombre Band Apart a su empresa de producción (en honor de Banda aparte de Godard) es un gran fan del director francés. Nada más lejos de la verdad pues en una ocasión llegó a afirmar que «he llegado a un punto donde disfruto más leyendo las criticas de (Pauline) Kael sobre Godard que viendo las películas de Godard». Tarantino es un fan del Godard jovial de Al final de la escapada o Banda aparte pero sobre todo lo que le fascina de esas películas son el aire (actitud) de ilimitada libertad y posibilidades que desprenden que debió haber sido algo muy atractivo para un joven que vivía en California (uno de los ciudades más afectada por las nuevas actitudes de los setenta) en plena época del rock, la cultura hippy etc.
Frente a esta formación popular (sin ninguna connotación negativa por mi parte) tenemos un Haneke cuya formación cultural es decididamente más intelectual y reflexivo. Su universo estético bebe mucho de su tiempo en la Universidad de Viena donde estudio filosofia, psicología y dramaturgia (aquí presumiblemente se habría aprendido los corrientes más transgresores del teatro como el teatro épico de Brecht) pero también de cineastas más existencialistas y/o posmodernos como Tarkovsky, Bresson, Jost, Antonioni, Straub entre otros. Si la característica fundamental del arte postmoderno es la «intransitividad narrativa» (ruptura del flujo narrativa y la agresión a la estructura causa-efecto) y la «evidenciación» (llamar atención sobre el propio lenguaje con su manifestación más radical siendo el metalenguaje), algo que la mayoría de estos directores que le han influenciado comparten, se podia decir que Haneke es una continuación actualizada y matizada (menos radical en sus planteamientos puesto que la influencia de los existencialistas pesa más que la de los Brechtianos) de estos directores mientras que Tarantino es una síntesis y/o collage de sus amores (de allí la frecuente acusación de plagios). Si el director austriaco utiliza su formación intelectual para reflexionar sobre temas como los medios de comunicación y como retratan la violencia en una sociedad occidental que sigue padeciendo el mal de la incomunicación, Tarantino utiliza su formación popular (sin animo de ser peyorativo) para crear éxtasis y goce extremo. Para Haneke el cine es un espacio de debate. Para Tarantino es un diario que le permite invocar a los amores de su adolescencia.
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